Un año pasó solamente desde que Carlos Tévez agarró la valija y, sin mediar palabra, se fue a China rompiéndole el corazón a la mitad más uno del país. En un 2017 sin Copa Libertadores para el club xeneize, y harto de la dinámica de vida que tenía en Buenos Aires, el ídolo decidió emigrar por 25 millones de dólares al Shanghai Shenshua, con la posibilidad de retornar en el 2018, como se confirmó esta semana.
A pesar de la ida de su figura, el conjunto de la ribera se mantuvo puntero del fútbol argentino durante todo el año y se consagró campeón del certamen de primera división. Hoy es un equipo armado, repleto de figuras y con un funcionamiento aceitado. Esta vez el Apache no llega como el salvador, como el líder que se tiene que poner el equipo al hombro; sino que viene para acompañar y darle un salto de calidad a una máquina que ya cuenta con una productividad elevada.
Su desempeño en Asia fue de lo más flojo de su carrera. Disputó 16 de los 30 partidos que jugó su equipo y marcó solamente 4 goles. Su última actuación fue el 4 de noviembre y, a partir de ese momento, se dedicó a preparar el regreso. Un preparador físico allegado a Javier Valdecantos (PF de Boca) viajó a Shanghai para ponerlo a punto y Carlitos no bajó el ritmo hasta ahora. Una vez cumplido el trámite de rescisión del contrato con el club chino, Tévez se presentó en el predio de Cardales para hacer la pretemporada con sus compañeros y ya trabaja a las órdenes de los mellizos Barros Schelotto luciendo un físico impecable.
Quienes están cerca del jugador aseguran que volvió metido, con hambre, comprometido con los objetivos del club, como tal vez no estuvo en su primera vuelta. A Boca le espera un año importante en el que jugará la final de la Supercopa Argentina con River el 14 de marzo y afrontará la Copa Libertadores nuevamente. Si Tévez recupera el nivel que demostró en su carrera, el campeón del fútbol argentino es un equipo de temer.
Foto: tycsports.com
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