jueves, 5 de julio de 2018

El pelado de la suerte


Carayá se impuso 2-1 sobre A Cara de Perro con un gol sobre la hora de Mauricio Neironi, el calvo defensor que convirtió por primera vez en el torneo. El subcampeón vigente quedó en el segundo lugar del cuadrangular de la Zona de Oro y va a dar pelea hasta el final.


Por Roi Waremkraut

A Cara de Perro llegó a la segunda fecha del cuadrangular de la Zona de Oro tras ganarle a UIE en el primer partido, mientras que Carayá había perdido ante Pura Química y tenía la sangre en el ojo. Disputaron un partido intenso desde el primer minuto, en el que no hubo espacios para ninguno, y se definió en el último minuto a través de una pelota parada y un cabezazo de Mauricio Neironi, que llegó desde la última línea para darle los tres puntos a su equipo.

Carayá salió más metido en el primer tiempo y su delantero Kevin Paul se mostró desequilibrante. A Cara de Perro no podía cruzar la mitad de la cancha, pero se defendía bien y logró mantener el cero en su arco hasta igualar el trámite del juego. Las ocasiones de gol no aparecían y el primero llego en una jugada fortuita, con un centro cruzado que cayó en el área del azul y fue bien impactado de cabeza por Hernán Cuenca, el centro-delantero de Carayá, para vencer al arquero. El equipo negro tomó confianza con la ventaja y dominó el cotejo hasta el entretiempo. A Cara de Perro apretó en los últimos minutos, pero se repitió en pelotazos inútiles.

Lucas Herzovich empató el partido en el inicio del complemento con un remate tremendo de media distancia y el equipo azul se convirtió en una tromba imparable. La defensa de Carayá, que se había mantenido firme en el primer tiempo, flaqueó en esos minutos y no se podía acomodar ante las arremetidas de su contrincante, que falló en la definición y le dio otra vida al subcampeón. Después de diez minutos de ataques azules vertiginosos, las aguas volvieron a aquietarse y el desarrollo se emparejó con un ritmo cansino. La igualdad no le servía a ninguno de los dos y la búsqueda del triunfo llegó en los últimos minutos, aunque sin precisión.

Cuando parecía que el sacrificio y el esfuerzo físico le ganarían a la voluntad de ganar, y el empate estaba escrito en el destino, un tiro de esquina cambió todo en el último minuto. La pelota llegó al centro del área y se encontró con la cabeza pelada de Mauricio Neironi, que puso el 2-1 definitivo para el festejo descontrolado de Carayá.

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