Ignacio Carbajal juega para Don Bosco en los
torneos de Fútbol 8 de los domingos y tanto sus compañeros como los rivales ya
se dieron cuenta que dentro de él vive el eterno goleador de Boca.
Por Roi Waremkraut
Si hay algo que distinguía a Martín Palermo del resto de los jugadores
era su espíritu iluminado, esa sensación de estar tocado por una varita mágica
que convertía todo lo que hacía en épico. Pero ese “algo” especial desapareció
del fútbol después de aquella noche del año 2011 en la que el Loco se despidió
de una Bombonera repleta.
Desde ese momento, expertos de
todo el mundo con muchos recursos y tiempo al pedo, han tratado de averiguar a
dónde se fue el alma del goleador, porque todos coinciden en que “no puede
haber desaparecido”. Después de 8 años de estudio, investigadores de la
Universidad de Massachusetts llegaron a la conclusión de que ese espíritu se
quedó en Buenos Aires y habita el cuerpo de un pibe de 21 años que juega los
domingos en TdeA.
Ignacio Carbajal juega al fútbol desde que tiene cinco años y, si bien
siempre quiso ser delantero, los avatares del deporte lo obligaron a
reconvertirse en lateral izquierdo. Creció aprendiendo de jugadores como
Roberto Carlos, pero cuando apoyaba la cabeza en la almohada por las noches,
soñaba recurrentemente con la posibilidad de ser goleador.
Después de lesiones y frustraciones, Nacho decidió volver a jugar con su
equipo de amigos, del colegio Don Bosco de Congreso, y en este 2019 el destino
lo premió con un nuevo espíritu que andaba vagando por las canchas de fútbol
buscando un cuerpo óptimo para habitar. Así fue como Ignacio Carbajal se
convirtió en la reencarnación de Martín Palermo.
Sus compañeros no lo podían creer y Nacho no se daba cuenta. Un día cayó
a un partido con el pelo teñido de amarillo, pidió la camiseta número 9 y todos
le decían “¿quién te creés que sos? ¿Palermo?”. Pero las dudas y los reproches
terminaron cuando empezó a rodar la pelota.
No importa para dónde iba la jugada, Nacho siempre estaba ubicado en el
área para recibir solo y convertir. Un verdadero optimista del gol. Cuando
había un penal, Nacho pedía la pelota y la mandaba adentro, aunque cada día que
pasa crece el miedo en Don Bosco. “Algún día va a errar tres en un partido este
boludo reencarnado”, decían sus compañeros por lo bajo.
“Soy de meterla y creo que me
comparan por la cara y por la forma de hacer goles”, dice el ingenuo Nacho, que
cree que es todo gracias a él, mientras los organizadores del torneo, los árbitros,
los rivales y los compañeros ya le dicen “Titán”. “Sería algo diferente que me
llamen el Palermo de TdeA”, empieza a ceder, sabiendo que la comparación lo
termina favoreciendo.
A Nacho solo le falta ser campeón con Don Bosco, pero los organizadores
del torneo ya están pensando en empezar a vender entradas para que la gente
pueda ver a la reencarnación de Martín Palermo, nuevamente adentro de una
cancha.
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